EFT para la convivencia en el colegio. – AHEFT

AHEFT

Publicado: enero 29, 2021

Este es uno de tantos ejemplos que he vivido en el colegio en el que el tappinniosg acelera las soluciones. En aquel colegio todos los niños sabían hacer tapping.

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A menudo los maestros y padres cometemos el fallo de tener prisa por que los niños solucionen los problemas. Incluso se les “obliga” a hacer las paces. Si los niños son educaditos e inhibidos, piden perdón de mala gana y cada uno se va por su lado.

Me he pasado muchos años observando esta “solución” que no era tal.

Siempre he sentido que era poco respetuoso obligar a los niños a llevarse bien. Cuando somos adultos y alguien no nos trata bien, no nos dan ganas de estar con esa persona, al menos durante un buen rato.

Con el tapping conseguí en mi colegio encontrar el camino de las soluciones que, además acababan encontrando los propios niños.

Un día de vigilancia de recreo vi a José y a Juan de 8 años peleándose de forma muy agresiva. Se tiraban del pelo, se daban puñetazos y cuando ya estaba llegando hasta ellos se escupieron. Los separé muy muy enfadada, porque se resistieron a soltarse.

Los llevé a un asiento del patio conmigo, uno a cada lado mío.

-¡Todo el mundo a hacerse tapping que estoy muuuuuuyyyyyy enfadada!- les dije yo sin dejar otra opción.- ¡Y nada de mirarse en plan amenazas!, ¿entendido?.

Los dos se hacían tapping en silencio cada uno a un lado mío. Yo iba diciendo lo nerviosa que me había puesto ver a dos niños pegarse tan fuerte y con tanto odio. Ellos iban escuchando mi tapping y notaba que los tres nos estábamos aflojando un poco, ya no teníamos tanta tensión.

-¿Podemos hablar de lo que ha pasado sin lastimarnos unos a otros?- les propuse.

Ellos asintieron, me puse frente a ellos y les dije qué haríamos. Mientras seguíamos dándonos golpecitos, uno de ellos, solo uno, iba a contar lo que él había visto. El otro solo debía escuchar lo que contaba el primero.

Nada más empezar, otra vez tuvieron un conato de discusión.

-¿Qué podemos hacer para que estemos seguros que nos han escuchado?- Les pregunté. No caían, al escuchar la historia volvían a activarse sus cerebros cocodrilo.

Tras otro poco más de tapping en silencio, cuando volvieron a calmarse. Repetimos la operación. Todo esto mientras nos hacíamos rondas de tapping contínuo.

Esta vez, yo hablé primero de lo que yo había visto, sin más. Ellos escucharon mi relato, les pedí que para comprobar que me  escuchaban, repitieran exactamente las palabras que yo había dicho, solo lo que yo había contado, con mis palabras, sin poner las suyas. Cuando consiguieron escuchar lo que yo había visto continuamos.

Siguió José, mientras se hacía tapping, iba contando que estaba jugando con otro niño a empujarse de broma, para ver si conseguían derribarse. Alucinó cuando vio que Juan se iba contra él furioso. Se puso en guardia y lo demás ya era lo que yo había visto.

La cara de Juan se iba cambiando al asombro y un poco al remordimiento. El lío estaba empezando a desliarse. Juan repitió lo que José había contado y le tocó a él hablar.

Cuando Juan relató lo que había pasado, según su punto de vista, explicó que había visto a José empujando muy fuerte a su primo (el niño del juego de los empujones era su primo). Juan explicó que salió en su defensa porque creía que se estaban peleando en serio y se había metido a defenderlo.

José empezó a entender. Seguían haciendo tapping pero las caras ya eran otras.

Les propuse hacer una frase con el tapping:

PK: “Aunque este de aquí al lado se ha pasado mucho, y nos hemos dado fuerte, somos niños estupendos”

Para el resto del recorrido fueron ellos diciendo todas las cosas que se habían hecho. Lo de escupirse, los puñetazos, nombraron el asombro de verse peleándose sin entender bien por qué, el dolor de los puñetazos, el asco de la saliva del otro y lo rojos que se habían puesto con la pelea…

Cuando las caras ya eran risueñas, pregunté:

-¿Teneis algo más guardado en contra del otro? No estaba segura si podía quedar algo.

Me respondieron:

¡Qué va, maestra!- mientras se sonreían y les daba hasta un poco de risa verse las secuelas de la gran pelea.

Para acabar les pedí otra ronda de tapping con la siguiente frase:

– A lo mejor podíamos hacer otra cosa la próxima vez que veamos una pelea…

En los siguientes puntos ellos estaban dando soluciones más civilizadas tipo:

Los separamos, les preguntamos si están jugando, nos fijamos a ver si se están riendo…

Este es otro ejemplo de cómo EFT hace que los niños y los adultos subamos la escalera de la mente: cuando estamos cocodrilos no podemos escuchar, ni hablar de forma respetuosa, no se nos ocurren soluciones pacíficas.

Luego de hacer un ratito de rondas en silencio, los niños y yo fuimos capaces de poder ponernos en el lugar de los otros, comprender los motivos y, con un poco de tapping más, desaparecieron los posibles futuros rencores y encontraron otras formas de resolver el problema en lo sucesivo.

Rencores los he visto y los veo muchísimo, hacen acto de presencia en peleas en las que el motivo parece insignificante, pero cuando indagas un poco los niños te cuentan que viene de atrás, de peleas sin resolver con comprensión.

En el caso de José y Juan tuve la oportunidad de comprobar que años después habían incluso olvidado hasta esta pelea y se trataban normalmente bien.

El efecto en los niños de conocer el tapping e integrarlo en la resolución de conflictos es tan beneficioso que quiero pensar que crecerán con la mochila menos cargada de rencores gracias a él.

Soy Trini Prado y me dedico a acompañar a los niños en su camino, y a padres y docentes en su tarea de educar, tratando de cambiar patrones educativos que ya no sirven, desde el conocimiento y la comprensión. El tapping es un buen comienzo.

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