EFT para el Mal de Parkinson – Sólidos avances en un caso difícil – AHEFT

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Publicado: febrero 22, 2021

Jennifer Davidson, de Suiza, escribe este atractivo artículo que DEBEMOS LEER, acerca de cómo superó muchos obstáculos con su inexpresivo cliente con Parkinson. Tengan en cuenta su permanente creatividad. Hay muchas lecciones que se pueden aprender aquí.

Por Jennifer Davidson

Querido Gary:

De los muchos clientes con los que he trabajado en Suiza, he disfrutado de modo particular el desafío que me presentó “René”, un caballero de 64 años, gentil e inicialmente inexpresivo, con Enfermedad de Parkinson. Él se ha ido transformando sutilmente, en mi opinión, por la magia de EFT, y me gustaría compartir su historia (con su permiso; y a petición suya he cambiado su nombre).

René llegó a mí para buscar revertir, o al menos contener, los síntomas de Parkinson, el cual se le había diagnosticado ocho años atrás. Estos incluían la movilidad limitada en un brazo, inhibición en los movimientos (es decir, dificultad para llegar a un bolsillo), rigidez al estar de pie, molestias en las piernas y en la espalda al sentarse, y una dificultad periódica para controlar los dedos al escribir con el teclado.

En nuestra sesión inicial, le pregunté (sobre la base de su conducta), si le parecía que estaba un poco deprimido, y él dijo que sí. Entonces le pedí que me diera algunos datos sobre eso. Sin mostrar ninguna emoción, de hecho, con una cara de póquer y hablando de forma casi inaudible, baja y monótona (éstos son síntomas conocidos del Parkinson), René me contó los siguientes hechos:

Infancia:

Él era el menor de cinco hijos, con un padre autoritario que era abusivo, tanto física como verbalmente, y con una madre que sufría una depresión severa y que murió cuando René tenía 18 años. También René desarrolló una depresión a los 15 años, la cual duró unos 20 años. Poco después de que su madre murió, su hermano más cercano murió en circunstancias misteriosas, mientras piloteaba un avión.

Mediana edad:

Otro hermano murió, prematuramente, de un ataque al corazón. René sufrió un grave accidente mientras estaba en el ejército: se abrió la cabeza y requirió de tres horas de cirugía, desde la cual le ha quedado un zumbido. Su esposa murió de cáncer, por lo que él sólo tuvo que criar a sus dos hijos pequeños. Su padre también murió.

La última década:

Su hermano murió de ELA (esclerosis lateral amiotrófica). René se volvió a casar, pero el matrimonio se desintegró en un par de años, poco después de que fue diagnosticado de Parkinson. Su nueva compañera acaba de ser diagnosticada de una enfermedad terminal. Mientras tanto, los trámites de divorcio de su segunda esposa seguían su curso.

René concluyó estas letanías diciendo que era “un hombre muy afortunado”. Por un momento, pensé que estaba bromeando. Cuando levanté una ceja de un modo interrogativo, señaló que podría haber muerto, por ejemplo, en el accidente del ejército, pero eso no le había ocurrido, y reiteró que era un hombre muy afortunado.

Después de una breve pausa (en mi fuero íntimo yo repasaba esta lista de desgracias, preguntándome por dónde rayos comenzar), le pregunté cuál de los hechos mencionados le había producido la emoción más fuerte ahora. Dijo que ninguno de ellos. Miré su cara, que era inescrutable, completamente carente de cualquier emoción visible, y me pregunté de qué manera podríamos llegar alguna vez a encontrar el camino: parecía algo muy remoto.

Le pregunté si prefería hacerse tapping a sí mismo o que yo se lo hiciera, y él optó por esto último. Entonces, tomé su mano, tomé una respiración profunda y me sumergí en:

Aunque soy un hombre muy afortunado, y es importante para mí ver las cosas de esa manera… quizá en realidad he tenido bastante mala suerte en mi vida…

No llegamos más allá. Fue como una masiva rotura de una represa; fluyeron y fluyeron lágrimas durante varios minutos. Continué haciéndole tapping, la mayor parte del tiempo en silencio, hasta que se compuso. Y así comenzó nuestro viaje.

Hicimos mucho tapping, en las sesiones siguientes, sobre las supuestas emociones, dado que René seguía sin tener consciencia de sentir nada directamente. Mis notas incluyen escritos como “Hicimos un exorcismo teórico de un enojo teórico hacia su padre”. Desarrollé una línea muy sutil a la que llamo insultar en sustitución: “… ¡y estoy jod*#@mente enojado por esto!” Yo lo decía con el mayor énfasis posible, mientras que René lo repetía educadamente, sin el menor destello de emoción en sus ojos.

A veces hacíamos tapping en francés (a pesar de que su Inglés es casi perfecto); lentamente, poco a poco, fue dándole calor al tema. Su voz y sus expresiones faciales se hicieron más animadas. Paralelamente a la desactivación de su (presunta) ira (y otras emociones), sus síntomas comenzaron a mejorar. Él dijo que se sentía “más liviano”. Al final de una sesión, él se levantó y dijo: “¿Viste eso? ¡Me puse de pie de una sola vez!” Al final de otras sesiones, le pregunté (en broma) si pensaba que ahora podría saltar, él dijo: “¿por qué no?” Y mientras yo estaba medio dada vuelta, lo vi dar un pequeño salto.

Comenzó a sonreír más; en ocasiones lloraba cuando al hacer tapping surgía tristeza (especialmente por la muerte de su esposa), pero ya no era como la rotura de una represa, sino como una suave liberación. Curiosamente, a pesar de que no habíamos resuelto el zumbido, René notó que no era consciente de él cuando hacíamos tapping. También curiosamente, casi siempre optaba por hacer tapping sobre los sentimientos, y no directamente sobre los síntomas físicos. Él inició una sesión diciendo: “Me he dado cuenta de que no me permito a mí mismo sentir mis emociones como debería”. Se volvió curioso, comenzó a ser su propio detective, en busca de pistas sobre sus sentimientos. Se percibía una sensación de cosas descongelándose.

La tapa que René había puesto y mantenido sobre una considerable cantidad de ira comenzó a aflojarse, y pudo identificar a las personas que lo hicieron sentir enojado, en el pasado y en el presente. Al final de una sesión dijo firme y claramente: “Quiero soltar el enojo”. Señaló que sus manos se sentían siempre mejor (usaba el teclado en forma más fluida y precisa) después de EFT. Medimos el progreso antes y después, usando un teclado, y ambos presenciamos lo que él define como una mejora del 20% en una ocasión, después de hacer tapping únicamente en las emociones.

Si bien se había limpiado una gran cantidad de ira, todavía quedaba un obstáculo importante: el odio (ahora reconocido abiertamente) que René sentía hacia Marguerite, su única hermana sobreviviente. Hicimos tapping buscando sin éxito, algún incidente específico de la infancia. Sin embargo, apareció el hecho de que unos años antes él le había pedido prestados a Marguerite algunos álbumes de fotos de la infancia (las únicas fotos que quedan de su madre). Ella se negó,

lo que lo enfureció, y dijo sentir que “ella me robó mi infancia”.

Yo consideré que mis posibilidades para ayudarlo a liberarse de sus sentimientos hacia Marguerite no eran muy altas. Él dijo de muchas maneras que NO deseaba perdonarla. Pero igualmente nos metimos sin demora en ese tema.

Aunque odio a Marguerite… desearía ir a su residencia de la tercera edad y pegarle en la nariz… tomar un vaso de veneno y obligarla a beberlo…

A pesar de que estoy cargando esta ira… y me está envenenando a mí, no a ella… yo no deseo ni siquiera considerar la posibilidad de perdonarla… de ninguna manera… y no estoy a punto de ser engañado por alguien varios años más joven que yo para que lo haga… NO estoy dispuesto a dejar que se vaya la ira… porque esto significaría darle la razón a ella, y ella NO la tiene… así que voy a aferrarme a la ira… lo que le demostrará… si no fuera por el hecho de que probablemente ella duerme bien por la noche… y yo soy el que carga con el dolor de espalda… pero yo NO voy a dejar ir mi ira, porque es útil: ¡me sirve tanto! ¡De tantas maneras! Aquí se ve lo útil que es…

Hubo una pausa mientras René miraba pensativo sin que se le ocurriera ninguna otra razón. Reanudamos: Aunque yo NO estoy dispuesto a perdonarla… yo (quizás) estoy dispuesto a examinar lo que sucedió…

En este punto, mientras que le hacía tapping a René, me encontré (para mi sorpresa) pintando un nuevo cuadro, un retrato de su hermana como una niña profundamente preocupada, superada por sus cuatro hermanos, dominada por su padre enojado sin la contención de su madre deprimida. Le sugerí que debió haber sido muy duro para ella, y que también ella debió haberse sentido muy sola, que lo que probablemente ella quería en verdad era amor y seguridad, pero en lugar de eso, ella había optado por ser mandona, tratando de estar controlando, y esa era su estrategia, probablemente su mejor forma de afrontar todo eso.

Era una ironía, añadí, ya que esa estrategia los alejó a todos de ella; y además… tal vez ella hizo lo mejor que pudo… en líneas generales, era un retrato familiar muy triste… una situación muy dura para todo el mundo, cada uno luchando, tratando de encontrar su camino… quizás Marguerite había necesitado sostenerse de las fotos, porque, de alguna manera, en alguna forma, eran lo único que tenía de su infancia que la había hecho sentirse segura.

Y de repente se había ido. En algún punto durante esa ronda, la ira, el odio, y el resentimiento simplemente habían fluido muy lejos. Una enorme, una indescriptible paz llenaba la habitación… se sentía como si la habitación estuviera inundada por una luz invisible. (¡Un coro de ángeles con arpas no hubiera estado fuera de lugar!) Nos quedamos sentados, quietos y en silencio durante un par de minutos. Luego, como volviendo de un estado de ensoñación, René dijo: “Pero, ¿podría llegar a volver?” (refiriéndose a la ira). Yo le respondí: “No, no de la misma forma”.

Un poco más tarde, me dijo: “Es casi como si cuando tus defensas están altas, te sientes invitado a atacar”. René pensó sobre esto y dijo que es lo opuesto del proverbio latino: “Si vis pacem, para bellum”: Si quieres la paz, prepárate para la guerra. Escribí esto, y me quedé mirando lo escrito fijamente. Luego lo modifiqué y le mostré una nueva versión: Si vis pacem, para pacem: Si quieres la paz, prepárate para la paz. Y pareció, en ese momento, el precepto más sabio de todos los tiempos. Ese día, al despedirme de él en la puerta, toqué su mano y le dije: “La paz sea contigo”. El me miró fijo a los ojos, y respondió: “Shalom”.

La semana siguiente, después de haberme hecho tapping para no estar demasiado esperanzada o hacerme expectativas, medio atemorizada de haber interpretado mal el poder de la sesión, le pregunté a René con cautela cómo se había estado sintiendo desde nuestra última sesión. “Una buena semana”, dijo lacónicamente: él es un hombre de pocas palabras. Le pregunté qué hacía que fuera una buena semana. Me miró secamente, y dijo, como si fuera evidente: “La semana pasada, la paz… las cosas están cambiando… lo estoy sintiendo”.

Las sesiones posteriores fueron en un nuevo nivel, más suave, y giraron en torno a que René encontrara formas de tener más diversión, explorando su creatividad (pintar, esculpir, escribir), sin que se sintiera encadenado a su escritorio, permitiéndose a sí mismo la esperanza de una nueva relación. Pintamos y dejamos ir los barrotes metafóricos de una jaula, permitiéndole al pájaro que estaba dentro volar libre (una metáfora que René propuso, de un poema favorito de Jacques Prevert). Cuando le pregunté sobre qué le gustaría hacer tapping (el dolor de espalda, la movilidad de los dedos…) su respuesta fue siempre la misma: “La paz, más paz”.

Me gustaría poder evocar una película del viaje de René: de una cara de póquer, una voz plana y un paso vacilante, a un hombre cálido y expresivo con (por lo menos parte del tiempo) brío en sus pasos. ¡Y definitivamente tenía razón: él ES un hombre con suerte!

Una vez más, un millón de veces más, ¡quitémonos los sombreros con reverencias para EFT! Con los más cálidos deseos para todos,

Jennifer Davidson

P.D. Después de hablar contigo, Gary, llamé a René para obtener una información más exacta en relación al efecto del tapping sobre sus dolores. Fue en mi llamada telefónica con él (el 28 de abril) que, por primera vez señaló que “sin lugar a dudas” hay una correlación entre el tapping y la mejoría en sus síntomas. Cuando lo presioné a que fuera más específico, me dijo que podía cuantificar su “bienestar mejorado” en un 50% de mejoría.

Luego, él subdividió este 50% en “un 25% de mejoría física y un 25% de mejoría psicológica”. Las comillas representan sus exactas palabras. Cuando se le pregunté si tenía algún consejo para otras personas con Parkinson, René habló de “la necesidad del tapping permanente” y, de “superar el ‘innere Schweinhund’” (el perro perezoso interior, es decir, la inercia).

Una vez más, todo lo mejor. Jennifer.

Traducido por Psic. Luis Berli EFT-ADV Ir al Sitio WEB de Luis

   

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