Por Karen Lewis
Recientemente mi sobrina tuvo que ir al hospital para una operación en sus rodillas. Yo estaba ahí cuando ella llegó a casa una semana después. Justo cuando me iba, uno de los gatos estaba haciendo su mejor esfuerzo para subirse a sus piernas. Esto no era lo mejor para ella en ese momento, y era una conducta bastante inusual para él, ya que normalmente no es un gato que se sube a las piernas.
Pasé a verla la mañana siguiente y estaba acostada en cama, con las piernas extendidas frente a ella. Me dijo que el gato se había pasado la mayor parte de la tarde previa tratando de subirse a sus piernas, y pasó la noche hecho un ovillo junto a su puerta cuando fue retirado del cuarto. Todavía intentaba subírsele ahora, y se estaba convirtiendo en una gran molestia ya que, como era de esperarse, ella sentía mucho dolor y no quería arriesgarse a que él enterrara sus uñas en sus piernas.
Él permaneció pegado a ella sobre la cama, con una pata tratando de vez en cuando de subirse sobre las piernas de mi sobrina. Mi hermana y sobrina accedieron a hacer un poco de tapping para lograr que la dejara en paz. Conforme procedí, me pareció mejor ver si el gato me permitía hacerle tapping directamente en su cabeza conforme yo verbalizaba las frases.
Así que me agaché sobre mi sobrina, me metí al estado mental del gato (llamado Fudge) y empecé a hacer tapping suavemente sobre su cabeza. Él me miró como diciendo, “¿Para qué estás haciendo esto?” Pero me dejó hacerlo de todas formas.
No recuerdo precisamente lo que dije pero fue algo como, ¡Yo realmente te extrañé la semana pasada! ¿Dónde estabas? Estaba preocupado; podía sentir que tenías dolor.
Mi sobrina reía al ver la cara del gato. Él se veía como si algo realmente extraño estuviera sucediendo, sus ojos estaban cruzados y sin enfocar y se veía como ido, justo como se ven los gatos después de un rato de estar sobre su hierba favorita.
Yo, en mi papel de Fudge, continué con Yo sólo quiero subirme en tus piernas para mostrarte que te he extrañado y que me importas. No me había dado cuenta de que no era algo bueno para ti. No quiero lastimarte. Ambas estábamos riendo ahora, ya que Fudge realmente parecía estar en otro planeta.
Después de unos cuantos momentos se levantó, se retiró un poco, y después se enroscó y se durmió. Yo estuve con mi sobrina durante una hora y media y en todo ese tiempo él no trató de volver a subir a sus piernas. ¡Ambas estábamos muy impresionadas!
Él se comportó bien durante el resto del día. Lo intentó una vez la mañana siguiente y le dije a mi sobrina que ella ya sabía lo que podía hacer en caso necesario. Al final, creo que no hubo necesidad. Él volvió a su conducta de “guardar su distancia” normal.
Fue una sesión interesante que todavía me sigue haciendo sonreír.
Bendiciones Iluminadas,
Karen Lewis
Traducido por Ana Paula Aguirre Hall Escribir a Ana Paula