PSICOLOGIA ENERGÉTICA Y LA CURA INSTANTANEA DE UNA FOBIA

AHEFT

Publicado: marzo 22, 2021

¿Nuevo paradigma o es el viejo sensacionalismo?

David Feinstein, Doctor en Filosofía

(Una versión revisada y condensada de este artículo apareció en la edición de Enero 2005 de Psychotherapy Networker.)

Resumen: Este artículo introduce a los profesionales de la salud que trabajan con problemas psicológicos al nuevo campo de la psicología energética. Provee un panorama de este ámbito, cubriendo los conceptos y procedimientos básicos. Tiene la intención de dar al lector una base para evaluar este nuevo paradigma. Se presenta la investigación y la evidencia clínica en la que se basa la eficacia clínica y se tratan los mecanismos neurológicos verosímiles. El artículo brinda una breve historia de este campo, menciona los diferentes protocolos de la psicología energética, trata de las indicaciones y contraindicaciones de las aplicaciones clínicas y demuestra un protocolo clínico estándar por medio de la presentación de cuatro estudios de casos.

Cuando James Reston, un reportero del New York Times que acompañaba a Henry Kissinger en una visita a la China comunista en julio de 1971 sufrió un agudo ataque de apendicitis, los médicos chinos practicaron una operación de emergencia para extraer el apéndice de Reston. Sus dolores abdominales postoperatorios fueron tratados con éxito con acupuntura, que constituye un procedimiento de rutina en muchos hospitales chinos. La publicidad que rodeó al tratamiento de Reston, inclusive una carátula en el Times, se le atribuye el abrir las mentes occidentales a la práctica de acupuntura. Hoy en día, la Academia Norteamericana de Acupuntura Médica tiene más de 1600 miembros médicos y la Organización Mundial de la Salud enumera más de 50 afecciones para las cuales se piensa que la acupuntura es efectiva.

Desde principios de los 1980s, los profesionales en salud mental occidentales han estado desarrollando protocolos para aplicar los principios de acupuntura a los problemas psicológicos (Gallo, 2004), basados inicialmente sobre el trabajo del psicólogo de California Roger Callahan y el psiquiatra australiano John Diamond. Los puntos de acupuntura pueden ser estimulados para obtener un efecto terapéutico por medio de agujas o de calor, pero también se ha comprobado que producen resultados terapéuticos algunos procedimientos menos invasivos como el tapping o el masaje de los puntos en la superficie de la piel. Esto permite disponer de una gama más amplia de terapeutas que utilizan este enfoque y permite que los clientes auto-administren esos métodos en sus casas, junto con la terapia.

Dado que la estimulación de los puntos de acupuntura produce un cambio físico alterando la actividad eléctrica del cuerpo (Cho et al., 1998), los distintos protocolos de salud mental que utilizan los puntos de acupuntura (tales como “La Terapia del Campo del Pensamiento”, «Las Técnicas de Liberación Emocional”, y los «Métodos de Diagnóstico y Tratamiento Energéticos”) se conocen colectivamente como “psicología energética”. Los protocolos de psicología energética combinan generalmente la estimulación de áreas de respuesta electromagnética especial en la superficie de la piel (Voll et al.,1983) con métodos de Terapia Conductual Cognitiva, incluyendo la utilización de imágenes, auto-afirmaciones y estimaciones subjetivas del malestar.

Hay pocos enfoques de tratamiento que hayan originado más escepticismo en la comunidad terapéutica que aquellos planteados por la psicología energética. Los casos de curas casi instantáneas y duraderas de problemas recalcitrantes, utilizando métodos que parecen absurdos e inexplicables han despertado escepticismo en casi todos los clínicos que los enfrentan por primera vez. Al mismo tiempo, un creciente número de terapeutas que representan una amplia gama de formación teórica han sido capacitados en estos métodos (la Asociación para la Psicología Energética Integral, por ejemplo, tiene más de 600 miembros profesionales y han descubierto que, aunque el mecanismo de cambio resulte misterioso, el enfoque puede alcanzar resultados poderosamente sorprendentes con algunos problemas.

En realidad, los mecanismos por los cuales el procedimiento básico – hacer tapping en puntos específicos sobre la piel, mientras mentalmente se activa una respuesta emocional disfuncional – puede no ser tan incomprensible como parece al principio. La psicología energética puede funcionar al producir cambios neurológicos en el cerebro, que funcionan en gran parte en la misma forma que la formación en neuroretroalimentación, un tratamiento que está siendo cada vez más utilizado en problemas que van desde inhabilidad de aprendizaje hasta desórdenes de ansiedad y desde la depresión hasta las adicciones(Evans & Abarbanel, 1999). A diferencia de la medicación psiquiátrica, que cataliza los cambios a través de sus efectos en la bioquímica del cerebro, tanto las técnicas de psicología energética como la capacitación en neuroretroalimentación han demostrado originar cambios en los patrones de ondas cerebrales y esos cambios corresponden con una reducción de los síntomas (para ver imágenes digitalizadas de electroencefalogramas tomadas antes y después de los tratamientos con psicología energética.

La diferencia entre los dos enfoques es que la neuroretroalimentación se basa en la instrumentación científica, mientras que la psicología energética no lo hace. A pesar de que esto vuelve a la psicología energética más rápidamente accesible, quizás hace que la formación en neuroretroalimentación resulte más agradable para la comunidad profesional. Además, las explicaciones utilizadas en psicología energética para informar sobre los resultados del tratamiento de que se trata caen fuera de nuestros paradigmas familiares. Si tratamos de comprenderlos en términos de los mecanismos explicativos convencionales, tales como ‘insight’, reestructura cognitiva, actividades mentales focalizadas, recompensa y castigo, o el poder curativo de la relación terapéutica, parecen no tener sentido. Pero si examinamos los cambios electroquímicos del cerebro que se logran estimulando eléctricamente ciertos puntos inductivos de la piel, comienza a emerger una imagen coherente.

Estudios de investigación han demostrado que los puntos de acupuntura tienen mayor respuesta eléctrica que otras áreas de la piel (que tienen 20 ó 30 veces más resistencia eléctrica). Los estudios han indicado también que los puntos de acupuntura tienen una mayor concentración de receptores sensibles a la estimulación mecánica. En psicología energética, se estimula un grupo de puntos de acupuntura, habitualmente haciendo tapping en ellos mientras mentalmente se activa una respuesta emocional disfuncional. El tapping sobre ciertos puntos de acupuntura envía señales al cerebro (Cho et al., 1998), y esas señales parecen ser similares a las producidas por el uso más tradicional de las agujas. Diversos estudios han demostrado que la estimulación de puntos seleccionados de acupuntura modula la actividad del sistema límbico y de otras estructuras cerebrales que están relacionadas con experiencias de miedo y de dolor (Hui et al., 2000).

Las hipótesis más promisorias con respecto al mecanismo neurológico por el cual la psicología energética logra sus efectos, pienso que fue propuesta por Joaquín Andrade, un físico que trabaja sobre temas de ansiedad y otros desórdenes psiquiátricos y que también ha utilizado la acupuntura en su práctica por más de 30 años. Andrade estudia las consecuencias de activar una memoria perturbada mientras se envían impulsos eléctricos a zonas de respuesta del sistema límbico por medio de la estimulación acupuntural (Andrade & Feinstein, 2004). Al igual que Joseph LeDoux’s (Nader et al., 2000) el programa de investigación del Centro de Ciencia Neural de NYU ha demostrado que cada vez que se trae un recuerdo amedrentador a la mente, las conexiones neurales entre esa imagen de miedo y la respuesta emocional pueden ser aumentadas o disminuidas. La memoria se vuelve lábil cuando es reactivada y por lo tanto susceptible de ser neurológicamente consolidada en una nueva forma – su poder emocional, ya sea reforzado o disipado en el proceso. En los tratamientos con psicología energética, puede ser que la habilidad establecida que tiene la acupuntura para desactivar zonas del cerebro que están involucradas con experiencias de miedo y de dolor aparentemente tome el mando durante ese momento de “plasticidad neural”.

Poniendo los métodos a prueba en público

Yo supe que existía la psicología energética cuando estaba tomando un sabático después de 30 años de práctica en psicología clínica. Estaba haciendo una gira extendida de enseñanza, asistiendo a mi esposa, Donna Eden, cuyo libro sobre medicina de energía la había llevado a la notoriedad. Algunos de sus estudiantes eran psicoterapeutas que ya utilizaban la psicología energética. Dado que yo era un psicólogo que además estaba involucrado con la medicina de energía, ellos pensaron que yo era muy versado en psicología energética, que es una subespecialidad de la medicina de energía, en el sentido de que la psiquiatría es una subespecialidad de la medicina. Yo no lo era. En realidad, la primera vez que vi el enfoque que se utilizaba – curando una fobia altamente severa en veinte minutos – yo no podía creer lo que veía y sentía escepticismo respecto a que este método extraño fuera realmente el que producía ese sorprendente resultado. Tampoco a esa altura de mi carrera yo tenía un especial interés en emprender una manera totalmente nueva de trabajar. De todas maneras, como yo continuaba siendo testigo de los sorprendentes resultados que se obtenían con la utilización de esas técnicas, yo quería capacitarme para producir el tipo de resultados que estaba viendo. Me inscribí en un programa de capacitación intensiva con certificación, esperando poder dominar ese enfoque. Dado que los procedimientos en sí mismos son en realidad bastante mecánicos, si se comienza con una base clínica sólida, resultan sorprendentemente fáciles de aprender.

Yo todavía me encontraba haciendo el recorrido extendido de enseñanza en el momento en que terminé los requerimientos de práctica y me califiqué para presentar esta técnica a los clientes, así que comencé a hacer mis propias demostraciones durante los talleres. En esa época, yo conocía personalmente docenas de respetables y altamente capacitados terapeutas que estaban aplicando estos métodos en sus prácticas propias. Aun así – como psicólogo diplomado que todavía no podía explicar en forma persuasiva por qué estas técnicas funcionaban – me sentía más que incómodo al encontrarme haciendo algo así como una medicina sensacionalista que ya había impresionado a muchos profesionales (incluyéndome a mí) como no mucho más creíble que los espectáculos de un circo. Pero nada es más exitoso que el éxito y las demostraciones que yo hacía con estos métodos – bastante típicas de las experiencias de la cada vez mayor cantidad de terapeutas que los utilizan – parecían sorprender a mis audiencias, tanto como me habían sorprendido a mí la primera vez que los vi. Los informes que siguen describen las primeras tres sesiones que yo llevé a cabo en estas demostraciones públicas. Las elijo no porque sean particularmente inusuales o extraordinarias dentro de la práctica de psicología energética, sino más bien porque ilustran algunos de los elementos comunes e importantes de este enfoque.

Miedo a las alturas

Para mi primera presentación, yo pedí un voluntario que tuviera un miedo irracional. Los métodos pueden aplicarse a una amplia gama de diagnósticos, pero los tratamientos de las fobias se prestan particularmente bien para las demostraciones, pues los resultados se pueden comprobar de inmediato. Nancy, enfermera con un miedo a las alturas de toda la vida, se ofreció como voluntaria. Durante una breve entrevista personal, ella afirmó que había estado incómoda con las alturas durante toda su niñez, pero había contraído una fobia intensa a los lugares altos desde un incidente que ocurrió cuando un grupo de su liceo hizo una gira por Europa durante un verano. Mientras estaban en Dover, Nancy había juntado valor para llegar hasta el borde y mirar los famosos White Cliffs (Acantilados Blancos). En ese momento, el profesor que supervisaba al grupo se acercó por detrás de ella y “jugando” la empujó hacia delante. A pesar de que obviamente él la contuvo antes de que ella pudiera caer, su broma despertó una fobia muy severa que persiguió a Nancy por casi veinte años.

El salón de reuniones en el cuarto piso de un hotel donde estábamos trabajando tenía una terraza y un balcón que daban al océano. Con una cámara de video que grababa la sesión y un grupo de estudiantes que observaba la experiencia, hice que Nancy caminara hacia el balcón. Ella trató de caminar hasta alrededor de 2,50m del borde y después cuando estaba a alrededor de 1,70m del borde, ella dio la impresión de haber chocado con una pared invisible. No podía dar el paso siguiente. El video muestra que ella comenzó a temblar y a transpirar. Ella dijo que estaba luchando contra una sensación de ser arrastrada hacia delante mientras se acercaba al borde del balcón. Treinta minutos después, el video muestra como ella camina tranquilamente hasta el borde, se apoya en la baranda y con una mezcla de shock, sorpresa, triunfo e incredulidad, ella dice respecto a su prolongado terror a las alturas: “¡¡¡Se fue!!!”. Cuatro días después, combinamos una prueba en un balcón de un penthouse en el piso 17. En la filmación, ella aparece eufórica e informa que lo primero que le sucede al encontrarse en el borde de un balcón es que disfruta de la vista.

¿Qué pasó en esos treinta minutos? Primeramente, conduje a Nancy a un “balance de energía” rápido y general. Esta rutina, que parece una combinación de yoga y digitopuntura, está diseñada para establecer una receptividad neurológica para las técnicas más enfocadas que siguen. Entonces, le pedí a Nancy que evaluara en una escala de 0 a 10 la dimensión del susto que sentía cuando pensaba en acercarse al borde del balcón. Era un 10. Tuve una conversación con ella para identificar cualquier conflicto interno que pudiera tener para superar su fobia y también utilicé una “prueba de energía” para examinar esta cuestión en una forma diferente. Las pruebas de energía (también conocidas como pruebas musculares), que son derivadas del campo de la kinesiología aplicada, están diseñadas para evaluar la energía que fluye a través de canales establecidos (que los acupuntores llaman meridianos) calculando la fuerza relativa en el músculo asociado con ese canal. Cuando el cliente está sufriendo un conflicto interno sobre el tratamiento, el flujo de energía a menudo se perturba, debilitando al músculo y permitiendo detectar la perturbación de la energía cuando se hace presión en el músculo.

Habitualmente el tratamiento no progresa bien hasta que esos conflictos se resuelven. Nancy se sintió confundida pues muy pronto fue evidente que en un nivel ella no quería superar la fobia porque si lo hacía, no tendría más razones para seguir alimentando su resentimiento con el profesor de liceo desde que sucedió aquel incidente. El tratamiento utilizado en psicología energética para este tipo de conflictos es muy sencillo. Se formula una afirmación que se dirige a ambos lados (por ejemplo: “Aunque no quiero superar este resentimiento, elijo saber que ahora puedo liberarme de él”) mientras se masajean puntos específicos del cuerpo que se sabe que liberan energías bloqueadas. Esto parece resolver el conflicto, por lo menos hasta el punto de que ya no interfiere con el progreso del tratamiento.

Entonces empezamos con la primera parte de un protocolo básico de psicología energética. Mientras repetía la frase disparadora “miedo a las alturas” en cada punto de acupuntura, Nancy hizo tapping en diez puntos pre-seleccionados, cada uno durante unos segundos. Esta secuencia tomó menos de un minuto y fue seguida por una breve serie de actividades —tales como movimientos de ojos, canturrear y contar – que están destinados a activar y balancear los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro simultáneamente. Esto fue seguido por otra vuelta de tapping en la cual Nancy continuó activando mentalmente el problema al repetir la frase recordatoria. Estas tres secuencias constituyen el protocolo. Cuando lo hizo le pedí nuevamente a Nancy que evaluara su malestar al pensar que estaba cerca del borde del balcón. Había bajado a un 6. Se repitió el protocolo. Ahora su nivel de malestar cuando pensaba en estar cerca del borde del balcón bajó a un 2. Después de una vuelta más, bajó a 0.

En este punto, se utilizó un procedimiento que ayuda a afirmar los progresos. Se le pidió a Nancy que se visualizara a sí misma yendo hasta el borde del balcón sin experimentar ningún miedo, mientras, al mismo tiempo, usaba un protocolo de tapping similar. Después que en su imaginación pudo experimentar la deseada ecuanimidad al enfrentar la altura, fue invitada a salir al balcón nuevamente. Esta vez, ella caminó hasta la baranda sin dificultad aparente. En un seguimiento de dos años, Nancy ha venido informando que su miedo a las alturas no volvió. En realidad, ella contó que tuvo una experiencia difícil al volar en un pequeño avión que entró en turbulencia. Otros pasajeros gritaban y vomitaban, según contó ella en un correo electrónico. “Antes de nuestro trabajo juntos, esto hubiera resultado intolerable, pero yo permanecí calma y centrada.”

Miedo a las serpientes en Sudáfrica

La segunda vez que demostré un enfoque de psicología energética en público, fue en uno de mis propios talleres. Yo estaba dando un curso de seis días a residentes en Sudáfrica. Muchos de los participantes eran líderes de sus comunidades que habían venido a aprender sobre las creencias inconscientes y las motivaciones que forman la vida de las personas e impactan a la comunidad. Al cerrar la primera noche, uno de los participantes confió al grupo que ella tenía terror de las serpientes y tenía miedo de caminar por la zona de césped que separaba la sala de reuniones de su gabinete, a unos 33 metros de distancia. Algunos participantes ofrecieron acompañarla. Sintiendo que se la podía ayudar rápidamente a superar esa fobia, yo pensé que esto podía llevar a una presentación convincente de la psicología energética a la clase. Arreglé – con su tenso pero confiado permiso – que un guía de la reserva de caza donde se estaba realizando el taller trajera una serpiente a la clase a las 10 a.m. de la mañana siguiente.

Dispuse las sillas de manera de que la serpiente y su manipulador estuvieran a 6 metros y medio de ella, pero dentro de su campo visual. Le pregunté qué le parecía tener una serpiente en la habitación. Ella respondió: “Estoy bien mientras no la mire, pero tengo que decirle a usted que salí de mi cuerpo hace dos minutos”. Ella se estaba disociando. En menos de media hora, utilizando virtualmente los mismos métodos que utilicé con Nancy, ella pudo imaginarse que estaba cerca de la serpiente sin sentir miedo de ella. Le pregunté si le gustaría acercarse a la serpiente, todavía ubicada del otro lado de la habitación. Mientras se aproximaba a la serpiente, parecía confiada. La confianza pronto se convirtió en entusiasmo, mientras comenzó a hacer comentarios sobre la belleza de la serpiente. Le preguntó al manipulador si la podía tocar. Con vacilaciones, pero triunfante, lo hizo. Dijo que estaba totalmente presente en su cuerpo. Un par de días después, ella se unió al grupo en una caminata por la naturaleza. Cuando volvió el grupo, alguien le preguntó si salir al bosque le había resultado difícil, dado su miedo a las serpientes. Una mirada sorprendida se presentó en su rostro. Ella no había pensado en serpientes ni una sola vez durante toda su caminata. Su miedo de toda una vida se había evaporado y cuando hice una consulta de seguimiento seis meses después, no le había vuelto más.

Claustrofobia

Mi tercera experiencia con una demostración pública de la psicología energética fue con una mujer de 37 años que había sufrido un infarto siete años antes y había desarrollado una fobia debilitante poco después de su infarto. La habían colocado en una máquina de MRI, le dio miedo, comenzó a tener un ataque de pánico y después quedó dominada completamente por el terror. Desde entonces, se había vuelto claustrofóbica, hasta el punto de que no podía dormir con las luces apagadas ni debajo de una frazada, no podía manejar para atravesar un túnel y no podía entrar en un ascensor. Por otra parte, al resultar enormemente inconveniente, esto le hacía perder la confianza mientras trabajaba para recuperar el habla. En 20 minutos, utilizando el mismo protocolo descrito en los dos ejemplos precedentes, su ansiedad al pensar en que le hacían un MRI bajó de 10 , en una escala de 0 a 10, a un 0. La mejor manera que pude imaginar de ponerla a prueba fue de pedirle que volviera a su habitación del hotel y se introdujera en el guardarropa. Durante la pausa, ella fue al guardarropa y su compañera de habitación apagó las luces. Ella permaneció allí durante 5 minutos, sin ansiedad. Cuando volvió para informar al grupo lo que había sucedido, dijo que el único problema es que “le resultó aburrido”. El resto del grupo estaba sorprendido. Esa noche durmió con la luz apagada y debajo de su ropa de cama por primera vez en siete años. Su compañera estaba eufórica.

Seis semanas después de esta única sesión, llegó el correo electrónico siguiente: «¡No van a poder creer esto! La mayor prueba de todas las pruebas de claustrofobia me sucedió a mí. Me quedé atascada en un ascensor, sola, durante casi una hora. Antes, me hubiera vuelto loca y hubiera bajado la puerta a arañazos, pero me mantuve calma y me senté en el piso y esperé pacientemente que llegaran los hombres encargados de hacer la reparación… ¡¡Fue una confirmación sorprendente de que ya no soy claustrofóbica!! Gracias. Gracias.”

Traducido por Dalila Milicúa

Continuación

¿Es verdaderamente así de simple?

O sea, ¿es verdaderamente así de simple? Sí y no. Si esos tres casos son representativos, como yo lo creo, esto indica que para las fobias simples un tratamiento relativamente mecánico que no depende en la comprensión puede hacer superar la fobia de forma rápida y definitiva (Wells et al., 2003). La experiencia clínica sugiere además que el protocolo básico también funciona con fobias más complejas, aunque se requiere mayor maestría terapéutica (Feinstein, 2004). Por ejemplo, si un cliente presenta un miedo a conducir que se desarrolló a raíz de un accidente automovilístico y el protocolo básico no logra reducir el temor, el terapeuta ha de indagar otro tipo de experiencias que puedan tener una relación psicológica. Si por ejemplo la persona resultó herida en un accidente de esquí cuando era pequeña y el trauma no resuelto de aquella experiencia se ha activado a consecuencia del suceso reciente, el accidente de esquí será el tema central del tratamiento. Si las experiencias contribuyentes se basan en dificultades con los padres u otras dificultades interpersonales, el tratamiento puede volverse bastante complejo con rapidez; de hecho, la mayoría de los terapeutas de psicología energética integran los métodos de campo en los enfoques que usan.

¿Y qué hay sobre otros temas que no sean las fobias? Entre 1988 y 2002, un equipo de 36 terapeutas de 11 centros de tratamientos asociados en Uruguay y Argentina localizó más de 29.000 pacientes psiquiátricos que recibían tratamiento con un protocolo que utilizaba la estimulación de los puntos de acupuntura. Además de un 70% estimado de mejora general y varios sub-estudios informales que sugieren que los tratamientos con psicología energética produjeron resultados significativamente mejores que los tratamientos convencionales en una variedad de enfermedades, las encuestas sistemáticas realizadas con los terapeutas identificaron los trastornos con los que los tratamientos con psicología energética parecían más eficaces y con cuáles no. En general los profesionales indicaron que las intervenciones con psicología energética eran más eficaces con trastornos por ansiedad, depresión reactiva y muchas de las dificultades emocionales de la vida diaria (desde el miedo y la rabia injustificados a sentimientos intensos de culpa, vergüenza, aflicción, celos o rechazo). Al parecer no resultaban tan eficaces con trastornos más arraigados biológicamente, como la depresión endógena, los trastornos bipolares, los trastornos de personalidad, el delirio o la demencia. En el caso de los trastornos por ansiedad, la impresión uniforme de los profesionales era que ninguna otra modalidad de tratamiento disponible (incluyendo la terapia cognitivo-conductual combinada con medicación si era necesario) resultaba tan rápida, potente y duradera (Andrade & Feinstein, 2004).

No intento sugerir que la investigación científica ha demostrado la eficacia del acercamiento energético, puesto que, aunque los resultados iniciales como los de los estudios de Sudamérica son alentadores, la investigación está aún en su fase preliminar. Por otro lado, los acercamientos energéticos no poseen efectos colaterales conocidos, parece que alivian el sufrimiento causado por una variedad de afecciones psicológicas con una rapidez y potencia inusual, y siguen logrando partidarios de entre una amplia gama de profesionales.

De hecho es difícil mantener un escepticismo inquebrantable ante los resultados concretos que se obtienen una y otra vez en la propia clínica. Vivimos en tiempos de ansiedad endémica y la psicología energética nos ofrece unas herramientas indudablemente únicas y posiblemente sin precedentes en cuanto a su eficacia, en particular por su capacidad para aliviar el sufrimiento de gente relativamente “normal” con síntomas reales y dolorosos a pesar de ello. Dado que estos métodos pueden ser aplicados inmediatamente por uno mismo en situaciones que evocan una respuesta emocional inadecuada, a menudo el cliente siente que le dan una enorme confianza en sí mismo; y puesto que los profesionales pueden aprender esos métodos con relativamente poco estudio adicional o riesgo, hacer que al menos los prueben nuestros clientes parece un paso obvio para permanecer en la vanguardia.

COMENTARIO de Jay S. Efran, Ph.D. (Doctorado en filosofía)

Como la mayoría de los escépticos, en el fondo lo que deseo es creer; tal vez es por eso que, siendo un niño, hice tanto esfuerzo por aceptar la explicación de mis padres sobre cómo Santa Claus lograba manifestarse a la vez en dos lugares diferentes. Por eso mismo, cuando leo la apasionante descripción de Feinstein sobre la psicología energética, siento el deseo de ofrecerle el beneficio de la duda a este enfoque. Aunque no tiene investigación que lo respalde y carece de una teoría lógica convincente, ¿por qué no experimentar con este procedimiento que parece inofensivo, fácil de aprender y puede que produzca resultados tan maravillosos como los que describe Feinstein?

Lo ideal sería que los profesionales fuésemos capaces de relajarnos y esperar a que los experimentos controlados desvelasen su veredicto respecto a todas estas ideas incipientes, pero por desgracia no es así como funciona. Por ejemplo, incluso después de una década entera de investigación, aún desconocemos qué elementos (si es que hay alguno) de la terapia dialéctica conductual de Linehan son fundamentales para que tenga éxito. La cruda realidad es que la investigación empírica rara vez proporciona el tipo de orientación práctica, detallada y a tiempo que necesitan los profesionales. Es más, en las tribulaciones de la consulta diaria, incluso los que adhieren a los modelos muy investigados, como por ejemplo la terapia cognitivo-conductual, acaban inventando técnicas híbridas que están muy lejos de los protocolos simples y llanos que se probaron en estudios “en ambientes propicios” con muestras de clientes exclusivos.

Puesto que seguirán surgiendo nuevos métodos a un ritmo que supera la investigación formal, tenemos que improvisar formas de hacerle frente a este aluvión constante de nuevas técnicas y teorías atractivas. Mi propia estrategia es escuchar atentamente las habladurías profesionales y, cuando se han extendido lo suficiente, inicio mi propio “estudio de campo”. Por ejemplo, cuando el rumor sobre la terapia del campo de pensamiento (TFT), un acercamiento energético que menciona Feinstein, alcanzó su punto culminante, me organicé para acudir a uno de los talleres de Roger Callahan sobre ese tema y escuchar su cinta con ejemplos. Después, habiendo adquirido una descripción detallada que me facilitó el investigador Charles Figley de la universidad del Estado de Florida, reuní el valor para probarlo con algunos de mis clientes. Logré engatusarlos para que hiciesen tapping en varias partes de su cuerpo y que tarareasen “cumpleaños feliz”, pero los resultados fueron decepcionantes; así que esto, junto con mis serias reservas sobre la teoría, me convencieron para que lo dejase de lado.

Al cabo de unos años decidí que la terapia de los movimientos oculares de desensibilización y reprocesamiento (EMDR por sus siglas en inglés) merecía un poco más de atención, a pesar de que creía que las teorías seudo-neurológicas sobre cómo funcionaba no tenían ningún sentido; por lo tanto, fui a una charla de Francine Shapiro, leí su libro y leí con detenimiento los artículos de investigación temprana, los pros y los contras. Finalmente me inscribí en un curso de EMDR. Mi entusiasmo flaqueó cuando, en el curso de formación, entreví cómo se percibían los procedimientos desde el punto de vista del cliente; me pareció (al igual que a algunos de mis colegas de formación) que los resultados se podrían atribuir al hecho de que se le pedía al cliente que se centrase en varias tareas simultáneamente. No obstante, al finalizar el curso agité mis dedos sin cuestionar ante unos cuantos clientes para ver qué pasaba y, una vez más, los resultados fueron insignificantes, por lo que dejé de mencionar “tratamientos con EMDR” en mi tarjeta de visita.

A medida que he ido explorando varias técnicas me he vuelto más y más desconfiado de los resultados que se obtienen en las demostraciones públicas; es por eso que desearía que Feinstein hubiese informado sobre su trabajo con casos clínicos reales en lugar de con voluntarios en talleres. Mis reparos comenzaron en los años 60, cuando participé en un acercamiento energético anterior llamado proceso de re-evaluación (RC por sus siglas en inglés). El proceso de re-evaluación es un método basado en la catarsis que fue creado por Harvey Jackins, un ex-organizador sindical de Seattle. La mayor revelación de Jackins fue que, si lograba que los individuos “se descargasen” en conexión con patrones de angustia “mal guardados”, se liberarían automática y rápidamente de temores y ansiedades del pasado que se habían grabado sin procesar. Además, llorar, reír o tener pataletas en las condiciones adecuadas supuestamente restauraba la energía natural del individuo y le permitía acceder sin esfuerzo al inmenso manantial de la inteligencia humana. Las demostraciones públicas que Jackins dio de estos métodos eran excitantes; solía invitar a un voluntario tímido y titubeante a que subiese al escenario y, en cuestión de instantes (a veces en unos segundos), el sujeto se ponía a sollozar o temblar mientras que “se descargaba” del miedo y se desternillaba con ataques de risa. Después de eso su cara estaba radiante, tal y como había predicho Jackins. Muchos de los que fuimos testigos de estos sucesos nos convertimos en adeptos al instante. Más adelante, cuando conocí personalmente a algunos miembros de la comunidad de practicantes me di cuenta que aquellas demostraciones no revelaban todo lo que había detrás.

Primero descubrí que el brillo de la “descarga” duraba poco; más que “curarse” durante tales demostraciones, los clientes de RC se solían convertir en adictos a la descarga y buscaban una nueva “dosis” de catarsis todas las semanas; al parecer, el cúmulo de “energía emocional” que tiene que “ser liberada” era un pozo sin fondo. También aprendí que es muchísimo más fácil crear un dramático “avance” cuando hay público mirando que en una sesión privada. Uno de los primeros en hacerlo notar fue T. X. Barber, un famoso investigador de hipnosis, que indicó que los hipnotizadores en público provocan efectos sorprendentes que investigadores serios encuentran difíciles de replicar en laboratorio; en otras palabras, el contexto influye y actuar como un pato es más fácil en unas circunstancias que en otras. Es como si el voluntario se convirtiese en un actor de teatro, obligado a representar su papel y (si es posible) tener fe en los resultados.

Los testimonios públicos pueden ser igualmente engañosos. Por ejemplo, una señora que trabajó directamente con Jackins en Seattle y era una de sus seguidoras más fervientes, más adelante admitió ante algunos amigos cercanos que estaba más deprimida que nunca y que “en secreto” había buscado la ayuda de un terapeuta tradicional fuera de la comunicad de practicantes de RC. A otros clientes de RC que tenían dudas se les dijo que eso era un aspecto previsible de sus patrones “crónicos” y que lo mejor era tratarlas con más sesiones.

He de añadir que la diferencia entre patrones “crónicos” y “latentes” con el tiempo se volvió un aspecto central de la teoría de RC. Los patrones “crónicos” eran los que no respondían tan fácilmente a la mera “descarga”; para su erradicación se precisaba mayor perseverancia y el empleo de protocolos más avanzados. Me doy cuenta que Feinstein hace una distinción parecida entre “fobias simples” y los casos que precisan “mayor maestría terapéutica”. De hecho, todos los enfoques energéticos o relacionados con la energía que conozco, incluyendo EMDR, parece que comienzan con una fórmula terapéutica simple que con el tiempo se incrementa con protocolos adicionales que demandan una formación terapéutica más avanzada y más sesiones con los clientes; lo que es más, la proporción entre casos simples y complicados parece que varía con el tiempo: se reducen los primeros y aumentan los segundos. Uno se pregunta si, con el tiempo, todos estos enfoques no se convertirán en esencia en las formas de terapia tradicional que intentan reemplazar.

RESPUESTA DEL AUTOR

Agradezco que Jan Efran haya demostrado que las nuevas terapias tienen que ser evaluadas con sabiduría y creatividad hasta que se disponga de valoración empírica decisiva. Me entusiasma menos su conclusión – basada en observaciones sobre las afirmaciones engañosas que acompañan a muchas de las nuevas terapias y un poquitín de “estudio de campo” personal – de que la psicología energética es más la parafernalia de siempre que un nuevo paradigma y que lo asocie con la desacreditada terapia de los procesos de re-evaluación de Harvey Jackins. No obstante, a diferencia del enfoque de Jackins y en realidad con mucho más en común con la terapia de la dialéctica conductual (a la cual Efran considera una modalidad eficaz), los terapeutas que realizan “pruebas de campo” en psicología de la energía son de considerable prestigio, informan de resultados firmes a lo largo del tiempo en condiciones clínicas complejas y su número sigue aumentando al cabo de más de dos décadas desde que se presentó el enfoque por primera vez.

Efran concluye preguntándose “si, con el tiempo, todos estos enfoques no se convertirán en esencia en las formas de terapia tradicional que intentan reemplazar”; pero esa pregunta polémica está desacertada. La mayoría de los terapeutas con experiencia que experimentan con la psicología de la energía llegan a la conclusión de que, en situaciones clínicas complejas, las intervenciones con energía no sustituyen a los enfoques que les funcionaban anteriormente, sino que más bien los hacen más eficaces al incorporar una herramienta que no es invasiva y que supuestamente facilita precisamente el cambio neurológico deseado, probablemente el ingrediente activo en la cura de la fobia.

También quiero responder a la razonable sugerencia de Efran de que podría haber compartido casos clínicos reales en lugar de experiencias con voluntarios en talleres. He de admitir que, al seleccionar los ejemplos para este artículo he exhibido situaciones simples y dramáticas. A continuación muestro cómo esas mismas técnicas pueden desarrollarse en situaciones clínicas más complejas. Traté a una señora de 45 años que había padecido una depresión moderada durante seis meses e indicaba que se había quedado inmovilizada en su trabajo. Durante la entrevista de admisión se manifestó que poco antes del inicio de la depresión la habían promocionado de su función delimitada, que había realizado muy bien durante muchos años, a un trabajo que precisaba un intercambio significativo y discusiones frecuentes con sus colegas. Mientras que sus decisiones eran por iniciativa propia iba bien; pero en cuanto tenía que considerar las opiniones de los demás, se desorientaba, se quedaba bloqueada y se volvía hostil.

La entrevista reveló que el cambio en el trabajo había activado asuntos no resueltos debidos a un aborto que tuvo a los 23 años a raíz de una relación amorosa clandestina con el pastor de su iglesia. En realidad le entusiasmó saber que estaba embarazada, pero dos importantes miembros del consejo abogaron por el aborto. Tras estar bajo presión durante un mes, accedió a su pesar. Nunca se lo perdonó y ahora, cuando alguien de autoridad la intentaba convencer para que cambiase de opinión su reacción emocional era intensa, inadecuada y un misterio para ella misma (hasta que examinó sus raíces históricas).

Aunque tal reconocimiento puede convertirse en un gran avance clínico, a menudo no es suficiente como para provocar por sí mismo un cambio significativo en un patrón emocional que está enraizado profundamente.

Compara los pasos que tendrías que tomar si usases la terapia cognitivo-conductual con lo siguiente: A partir de este momento, se utilizó para el tratamiento el mismo protocolo básico de “tapping” que se vio para los casos de fobia, pero aplicado a su reconocimiento de la causa. Concretamente nos centramos en los siguientes asuntos, sólo uno a la vez: su dolor intenso después del aborto, su sensación de que el pastor la había traicionado, su rabia hacia los miembros del consejo que la persuadieron para que abortase, su rabia hacia sí misma por haberse dejado influenciar, su aflicción por el bebé que perdió, su desconfianza hacia quien tratase de influenciarla, su falta de confianza y eficacia en el trabajo y sus dificultades para dar respuesta a las opiniones de sus colegas. A lo largo de cinco sesiones cada uno de los asuntos anteriores pasó de un grado de angustia de “7” o más a “0” con la misma rapidez y contundencia con que se “neutralizaron” las tres fobias de los ejemplos anteriores. En cada asunto fue capaz de imaginar vívidamente la situación sin sentir ninguna angustia tras aplicar el protocolo de tapping entre 8 y 30 minutos.

En el transcurso, su capacidad para colaborar con sus colegas mejoró dramáticamente, comenzó a prosperar en su nueva posición y su depresión se despejó. Hay casos parecidos de cientos de terapeutas de confianza en la bibliografía o en Internet y ese muestreo es un reflejo de un acopio de experiencia clínica mucho más amplio. Cualquier método que parezca que cambie los soportes somáticos de los traumas no resueltos y los patrones emocionales desestructurados con rapidez y sin ser invasivos, ciertamente supone un desarrollo significativo que vale la pena tomar en consideración.

REFERENCIAS

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David Feinstein, Ph.D. (Doctorado en filosofía), es un psicólogo clínico y el director nacional del instituto sin ánimo de lucro de Medicina de Energía de Ashland, en Oregón. Es autor y co-autor de 6 libros y más de 50 artículos profesionales. Ha trabajado en el cuerpo docente de la Escuela de Antioch y la Escuela Universitaria de Medicina de Johns Hopkins. Dirigió a un equipo de 27 personas en el desarrollo de la Psicología Interactiva de Energía, un libro ganador de un premio y un programa de formación en CD-ROM para psicoterapeutas que querían introducir la psicología energética en sus consultas.

Jay Efran, Ph.D. (Doctorado en filosofía), es un profesor de psicología emérito en la Universidad de Temple. Es co-autor de Lenguaje, Estructura y Cambio: la estructuración del sentido en psicoterapias y El Tao de la Sobriedad. Contacto: [email protected].

Traducido por Ana Saval-Badía – Escribir a Ana

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