Aquellos que tenéis una amplia experiencia con EFT podéis contar muchas historias, algunas de las cuales sobresalen por encima de las demás, ya que resultan especialmente reconfortantes. Así sucede con Tom Altaffer, un veterano en este campo, que comparte con nosotros cómo cambió la vida de un chico al aliviar el trauma que padecía.
por Tom Altaffer, LCSW
Estamos acostumbrados a ver los milagros que lleva a cabo EFT en nuestra vida diaria. Yo mismo termino dándolos por sentado, hasta que sucede algo que se sale de lo habitual, como me ocurrió recientemente.
Se puso en contacto conmigo la madre de un chico que había aparecido recientemente en la prensa relacionado con un ahogamiento. El chico se encontraba en un lago con un amigo (otro muchacho). El chico (de 9 años) no era un buen nadador, así que se sujetaba a las cuerdas de demarcación del lago como punto de apoyo mientras nadaba. El socorrista le dijo que tenía que soltarse y, como él se asustó, su amigo acudió en su ayuda. Se subió a la espalda de su amigo y emprendieron el camino de vuelta a la orilla, cuando el amigo se vio arrastrado a un profundo agujero. El chico se salvó, pero su amigo murió.
Como es natural, el muchacho estaba traumatizado. Tenía unas pesadillas terribles, así como episodios de llanto, culpabilidad e ira por lo ocurrido. Vino a verme y, con la ayuda de su madre, abordamos sus emociones negativas con EFT durante dos sesiones, hasta que pasaron a ser manejables. Dado que el chico era muy joven y el trauma espectacular, decidí poner a prueba el tratamiento yendo al lago con él la semana siguiente.
La semana siguiente, su madre me comentó que el muchacho ya no tenía pesadillas y que la culpabilidad y el abatimiento casi habían desaparecido. Fuimos al lago en el que había muerto su amigo y nos paramos ocasionalmente para hacer unas cuantas rondas de tapping (se las hicimos su madre y yo mismo). El chico pudo volver al lago y señalar el punto en el que se habían producido los acontecimientos, así como comentar el incidente sin manifestar una angustia desmesurada. Incluso eligió chapotear en el agua.
Han pasado dos semanas desde la sesión y su madre me ha comentado que sigue sin tener pesadillas y que ha empezado a hablar acerca de su amigo sin una angustia evidente, simplemente con la tristeza normal por la pérdida sufrida. También comenta que cuando fue a recogerlo al campamento, el monitor le comentó con alegría que su hijo, junto con otros niños, se había lanzado al agua en otro lago. El chico le comentó a su madre que tuvo mucho miedo cuando el agua se cerró sobre su cabeza y había empezado a nadar hacia la superficie, pero que estaba bien y no se había dejado llevar por el pánico. No se me había ocurrido abordar este aspecto de la experiencia, así que no me extraña que tuviera miedo, pero me entusiasma el hecho de que se sintiera lo suficientemente cómodo como para planteárselo siquiera.
Así que, por el momento, tanto el chico, como su madre y yo mismo, damos el trauma por sanado después de sólo dos sesiones.
Se considera imposible tratar un trauma de este tipo con métodos convencionales. Si hubiéramos tenido que esperar a que se llevara a cabo la investigación correspondiente acerca de la efectividad de EFT, el muchacho todavía tendría pesadillas y se culparía por la muerte de su amigo. Hoy está bien. No se siente feliz por lo sucedido o por la pérdida de su amigo, pero no se tortura constantemente.
Thomas Altaffer, LCSW, TFTdx
Traducido por Eva Llobet Martí
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