En este caso Silvia Ramírez ayuda a un joven que se declaró ‘gay’ a resolver el incidente principal que le llevó a esa conclusión.
Por Psic. Silvia Ramírez Flores
Tengo un consultorio en casa. Hace tiempo atendí a una señora llamada «Fátima» donde trabajamos el luto por la pérdida de la madre quien había fallecido de cáncer de mama. En ocasiones llegaba al consultorio acompañada por su esposo y su hijo, «Sebastián», que tenía en ése entonces 6 años de edad, siendo un niño callado, estudioso y con buenos modales.
Después de un tiempo, su madre siguió visitándome en mi consultorio. Esta ocasión tuvo para ella una gran variante. Su hijo Sebastián, que había cumplido ya 14 años de edad, le había confesado que era ‘gay’. El dolor profundo por la noticia, la tenía devastada, tenía tanto miedo, enojo y culpa. Trabajé duramente con ella para otra nueva aceptación. Me pidió atendiera a su hijo, por lo que lo programé dos días después. Ya en mente con la idea de aplicar EFT con Sebastián, me puse a estudiar y repasar la técnica para que esto funcionara y lográramos llegar a la raíz del problema. Ahí fue cuando todo comenzó.
Por fin llegó el día. Me encontraba deseosa de aplicar por primera vez la técnica de EFT a un paciente. De repente tocó la puerta, y al abrirla noté a un chico sumamente desanimado, deprimido para ser exactos, con un aspecto de abandono total. Esta era la primera vez que Sebastián entraba a mi consultorio. Le dije, “Hola Sebastián, pasa y toma asiento.” Caminó hacia la silla arrastrando los pies con la cabeza mirando hacia el piso. Su cabello casi no me dejaba verle la cara. Tenía las manos metidas en los pantaloncillos que le quedaban tan justado a su delgado cuerpo. Inhalé profundamente y le dije:-
“Hola Sebastián. Me llamo Silvana. ¿Te acuerdas de mí?” Moviendo la cabeza decía que sí.
“¿Sabes por qué estás aquí?” Movió la cabeza diciendo que no, y en seguida respondió que su madre lo había traído para ver si podía hacer yo algo. Le pregunte: “¿hacer algo sobre qué?” Él no quiso responder y se llevó las manos hacia la frente tomando una posición fetal…
“Sabes Sebastián, he probado una técnica nueva, que no ocasiona ningún dolor.” Enseguida Sebastián se inclinó y subió la cabeza quitándose el cabello de su cara. Me dije a mis adentros, “¡¡bien Silvana, continua¡¡”
“Es una técnica donde mencionamos unas frases con unos pequeños golpecitos en diferentes puntos del cuerpo. ¿Qué te parece, Sebastián? Sólo dame un voto de confianza. ¿Te gustaría probarla?” Sebastián contesto con un ¡Si!
Le explique qué haríamos, y cuales serían los puntos del cuerpo y que no importaría si la intensidad del golpe era baja.
Iniciamos con el punto de Karate, diciendo:
“Aunque no sé porque me ha traído mi mamá a terapia…”
“Aunque no sé que voy a decir.”
“Aunque no sé por qué estoy aquí.”
“Aunque no sé si podrá ayudarme.”
“Aunque no tengo idea cómo comenzar.”
En ese momento inhaló tan profundo que le pregunté: “¿Te ocurre algo Sebastián?“ Me respondió que estaba muy enojado porque su mamá no entendía y no lo aceptaba como era. Habló de cómo lo critica y de sus ofensas por su manera de vestir. Yo no quise interrumpir todo el enojo que tenía, por lo que le pedí que no dejara de hacer los golpecitos y que repitiera lo que iba diciendo.
“Aunque me enoja que mi madre me critique.”
“Aunque me enoja que no me acepte mi ropa.”
“Aunque me enoja que no me acepte.”
(Realicé la ronda 2 veces)
Deseaba preguntar cómo se sentía, pero las lágrimas rodaban por su mejillas y su voz se quebraba a la frase incompleta diciendo: “¡Mi madre no me acepta porque soy gay!” Le pregunté cómo se sentía porque no lo aceptaba su mamá. Él me dijo: «Estoy muy, muy enojado.” En qué nivel lo pondrías, si cero es nada de enojo y 10 es el máximo?” Dándole una puntuación de 10, nuevamente continuamos con los golpecitos diciendo:
(Primera ronda con la frase)
“Aunque mi madre no me acepta porque soy gay.”
“Aunque no me acepta por que soy gay.”
“Mi preferencia sexual.“
“Mi madre me rechaza por mi preferencia.“
Sus lágrimas rodaban cada vez más continuas, impidiendo me viera para continuar el tapping. Le pregunté si podía realizarlo yo por él y me dijo que Sí. Continué la ronda sin dejar de hacer tapping por él.
(Segunda ronda completa)
Después al terminar toda una ronda y ver que se encontraba más tranquilo, le dije que iba a decir una frase y que él la completara, sin importar lo que fuera, que podría ser imágenes o palabras, y continué con el tapping:
“Mi preferencia sexual.”
“Mi preferencia sexual.”
“Mi preferencia sexual.”
“Mi preferencia sexual la descubrí por primera vez cuando…” Él contesta: “Cuando era un niño.”
“Mi preferencia sexual me hizo sentir….” Él contesta: “A salvo.”
“Mi preferencia sexual me hace sentir…” Él contesta: “Que huyo.”
En ese momento interrumpí el tapping y le dije, “Platícame sobre tu primera respuesta; Cuando era un niño.» Le pedí que respirase profundamente. Noté que se encontraba nervioso e intranquilo. Le sugerí que si quería podía abrir sus ojos y ver un sólo punto, o si lo deseaba podía cerrarlos mientras me contaba. Decidió cerrar sus ojos y me contó:
CUANDO ERA NIÑO; tenía aproximadamente dos años y medio, cerca de cumplir los tres, y se encontraba en el jardín de su escuela jugando sólo porque sus compañeros jugaban a otra cosa que él no quería. Se encontraba cerca un compañero de su grupo (a quien llamaremos Fernando) que se le acercó y le dio un beso en la boca y que este compañero lo defendería de los maltratos que recibía de los demás.
Le pregunté que cómo se sintió después del beso. Él dijo: «me gustó.» “¿Y cuando te defendía de tus compañeros?” «Me sentía a salvo.»
Continúe diciendo; “Con tus ojos cerrados repetiremos la misma escena. Con el poder de nuestra imaginación abriremos el telón y sólo con mi voz y nada más que con mi voz, se moverán los personajes que yo diga. Sebastián asentó con la cabeza. E inicié:
“Se abre el telón de nuestra imaginación y se encuentra Sebastián jugando en el jardín. Frente a él se encuentran los compañeros que le molestan y a un lado está el compañero Fernando, y sólo con mi voz y nada más que con mi voz, se moverán los personajes que yo desee. Bien Sebastián, gira hacia el lado donde está Fernando y sin que se acerque a ti, ¿que le dirías?
Contesta Sebastián: «No te me acerques. Me caes bien, pero no necesito que me defiendas.» Le pregunto si le gustaría decirle que sea su amigo nada más. Contesta Sebastián, «No deseo tu amistad Fernando, vete.»
En eso le pido que con el poder de nuestra imaginación le repita sin interrumpir lo que desea decirle a Fernando. «No te me acerques. Me caes bien, pero no necesito que me defiendas. Vete Fernando.»
Le pido que se despida de Fernando, mientras Fernando se retira de la escena en el jardín. En eso le doy la instrucción a Sebastián que gire hacia el grupo de compañeros que lo molestaban. ¿Qué les dirías? «No me molesten. No quiero que se burlen de mí.” Le pregunto, ¿deseas hacer algo? y me dice «Sí. Los golpearé si me molestan.» Le pido que se acerque a cada uno y lo haga. Sebastián empieza a mover sus brazos lanzando puñetazos por doquier y les grita, «¡No me molestarán. Son unos estúpidos. Soy buen niño. Soy fuerte y los golpearé si me molestan.»
Noto que llora como cual niño defendiéndose, con toda una rabia descargada hasta que él se cansa y deja de mover los brazos. Le digo que con una inhalación profunda cerraremos nuestro telón de la imaginación despidiéndonos de aquella escena, con la conciencia donde se encuentra, inhalando y exhalando en un total y perfecto estado de salud.
Nuevamente iniciamos el tapping, con las últimas sensaciones que dijo:
“Aunque me defendí. Soy un niño fuerte y seguro.”
“Aunque no pude decirle que no a Fernando, hoy puedo defenderme y soy un niño seguro y feliz.”
“Aunque no me defendí, soy un niño valiente y fuerte.”
“Aunque no los golpeé como deseaba, puedo defenderme porque soy fuerte.”
Después de terminar una ronda completa le pregunté si podía decirme en qué nivel se encontraba su enojo inicial. Me dijo: «El enojo hacia mi madre ha desaparecido y me siento muy tranquilo. Lo que no entiendo es por qué permití que Fernando se acercara.» Lo interrumpí y le pedí que continuáramos haciendo el tapping.
“A pesar de que no entiendo por qué no lo rechacé, yo me amo y me acepto total y completamente.”
“A pesar de que no entiendo por qué no lo rechace, yo me amo…”
“Este rechazo no realizado, yo me amo…”
“Este rechazo que no hice, yo me amo…”
“Este rechazo, yo me amo…”
“Este rechazo, yo me amo…”
“Este rechazo, yo me amo…”
Terminamos las rondas completas y le pregunté nuevamente cómo se sentía. Me dijo: «Muy tranquilo.» Le pregunté cuál sería su medición del 0 al 10 y me dijo: “Creo que sería un cero.” y soltó una carcajada. Le pregunté el por qué de la risa, y me dijo, «He ido con tantos psicólogos y psiquiatras, y cuando escuché de su nueva técnica, pensé; ¡¡¡Esta psicóloga está más loca que yo!!! Y me doy cuenta que eres buena.» Siguió soltando la carcajada. Sonreí junto con él y le pregunte que si le gustaría volver a platicar conmigo. A lo que contestó simultáneamente con la cabeza diciendo ¡Sí!
Quiero comentarles que aunque sabía que me había pasado una hora demás, sentí que no podía dejarlo ir hasta que se sintiera mucho más tranquilo, por lo que a mi parecer valió la pena.
Ese mismo día que se retiró Sebastián, aproximadamente a las 11 de la noche sonó el teléfono. Al contestar, era la voz de Sebastián. Con un poco de excitación en su voz, me pedía si podía recibirlo al día siguiente, ya que no podía esperar toda una semana. Preocupada por la solicitud, le pregunte: “¿Todo esta bien Sebastián?” Me dijo “¡¡Sí!! He descubierto, que realmente no me gustan los hombres.”
Después de algunas sesiones más, Sebastián ha cambiado su forma de vestir con un caminar seguro y firme, y, sobre todo, nos deja ver su rostro permitiéndonos admirar sus ojos brillantes como una estrella y una sonrisa mágica y plena.
Después de esta experiencia me di a la tarea de buscar y aprender más sobre EFT para poder aplicarlo en todo aquello que me permita hacerlo.
Por todo esto mil gracias.
Psic. Silvia Ramírez Flores