RESERVACIONES DE UN AGENTE DE LÍNEA AÉREA

AHEFT

Publicado: febrero 22, 2021

(Después de Sobrevivir 130.000 Llamadas del Público que Viaja)

Trabajo en una oficina central de reservaciones de una línea aérea. Después de más de 130.000 conversaciones – todas concluyendo en «tenga un día agradable y gracias por llamar» – yo pienso que es justo decir que soy un sobreviviente.

He sobrevivido todas las llamadas de adultos que no sabían la diferencia entre el ante-meridiano y el pasado meridiano, de las madres de los reclutas militares que no confiaban en sus infantiles soldados de hacer lo correcto, de la mujer que llamó para conseguir consejo sobre cómo manejar a su hija adolescente, del hombre que quería viajar dentro de la jaula del perro para no tener que pagar por un asiento, de la mujer que quería saber por qué ella tenía que cambiar sus ropas en nuestro vuelo entre Chicago y Washington (le dijeron que ella tendría que realizar un cambio entre las dos ciudades) y del hombre que preguntó si quisiera discutir el humanismo existencial que emana del alma de Habeeb.

En cinco años, he recibido más que una educación del campo militar con respecto a la carencia asombrosa del conocimiento de nuestros ciudadanos americanos. Esta carencia del conocimiento abarca cada región del país, cada estado económico, fondo étnico, y nivel de educación. Mis batallas han incluido todo, desde un hombre que no sabía deletrear el nombre de la ciudad donde vivía, a otro que no reconocía el nombre de «Iowa» como un estado, a otro que pensaba que tenía que solicitar un pasaporte extranjero para volar a West Virginia. Son el enemigo y están por todas partes.

En la historia del mundo nunca ha habido tanta comunicación y nuevas cosas que aprender como hoy. Aun así, después de preguntar a una mujer de Nueva York a qué ciudad ella deseaba ir en Arizona, ella preguntó «Oh… ¿es un lugar grande?»

Hablé con una mujer en Denver que nunca había oído hablar de Cincinnati, un hombre en Minneapolis que no conocía que había más de una ciudad en el sur («dondequiera que quede el sur»), una mujer en Nashville que pidió, «En vez de pagar mi boleto, ¿puedo yo donar el dinero a la Sociedad Nacional del Cáncer?», y un hombre en Dallas que intentó pagar su boleto poniendo pesetas en el teléfono público del cual llamaba.

Sabía que una invasión completa estaba llegando cuando, poco después de iniciar la conexión, un hombre preguntó si volamos a la salida 35 de la carretera a Nueva Jersey. Entonces una mujer preguntó si volamos al código de área 304. Y sabía que me habían enviado al frente de la guerra cuando me preguntaron, «Cuando llega un aeroplano, ¿significa que esta llegando o saliendo?» Recordé que el entrenamiento estricto que habíamos recibido – cuatro semanas de clases regimentadas en códigos de la línea aérea, tecnología de computadora y comportamiento en el teléfono – no permitió ningunos medios de venganza. «Tropas,» nos dijeron, «es un verdadero infierno allá fuera y no tienen defensa alguna. Usted va a oír cosas tan tontas que usted mismo no las puede inventar. Usted intentará explicar cosas a sus amigos que usted mismo no cree, y apenas cuando usted piensa que lo ha oído todo, alguien preguntará si pueden conseguir un boleto ida-vuelta gratis a Europa recitando a ‘Maria tenía un pequeño cordero’.»

Pues, el Sargento tenía razón. No pasó mucho tiempo antes de sufrir un golpe directo de una mujer que deseaba volar a Hippopotamus, NY. Después de asegurarle que no había tal ciudad, ella se puso furiosa y dijo que era una ciudad grande con un aeropuerto grande. Pregunté si Hippopotamus estaba cerca de Albany o Syracuse. No estaba. Entonces pregunté si estaba cerca de la ciudad de Buffalo. «¡Búfalo!» ella dijo. «¡Sabía que era un animal grande!»

Entonces me arrastré de mi arcón con suficiente tiempo para enfrentarme con un hombre que intentó coger nuestro vuelo en Maconga. Le dije que nunca había oído hablar de Maconga y que definitivamente no volamos ahí. Pero él insistió que sí volamos y para probarlo me demostró su boleto: Macon, GA.

No he hecho nada durante mis confrontaciones conversacionales para indicar que no entiendo inglés. Pero después de cotizar el precio ida-vuelta que el pasajero pidió, él siempre preguntará: «…es sólo de ida?» Nunca entendí porqué preguntan siempre si lo qué acabo de darles es lo que acaban de pedir. Entonces me di cuenta que era parte del infierno que el Sargento nos había dicho.

Pero he sobrevivido para dirigir al perdido, para corregir el mal, para confortar el cansado, enseñar geografía de los Estados Unidos y dar tutoría en el deletreo y la pronunciación de los nombres de las ciudades americanas. Me han dicho cosas como: «No puedo ir en lista de espera para su vuelo porque estoy en silla de ruedas.» Me han preguntado cosas tales como: «Tengo un vuelo que conecta en Knoxville. ¿Significa esto que el avión se pega a algo?» Y una vez un hombre quería ir a Illinois. Cuando pregunté a qué ciudad en Illinois quería ir, él dijo, «Cleveland, Ohio.»

Después de 130.000 pequeñas guerras de grados que varían, soy un viejo veterano conocedor del conflicto de comunicación y puedo anticipar con exactitud cuál será el movimiento siguiente por «ellos». Setenta y cinco por ciento no tendrán nada en donde escribir. La mitad no habrá pensado en cuándo regresar. Un tercero no sabrá a dónde van; 10 por ciento no les importa a dónde van. Algunos no les importa si regresan. Y James será el nombre de la mitad de los hombres que llaman.

Pero aún si a James no le importa si llega a la ciudad de la cual nunca ha oído; incluso si él piensa que tiene que cambiar de ropa en nuestro aeroplano que pueda pegarse a algo; incluso si él no puede deletrear, pronunciar, o recordar a qué ciudad está regresando, él llegara a su destino porque yo he trabajado muy duro para asegurarme de que él pueda. Entonces con un tecleo del teléfono, él se hará parte de mi pasado y esperaré que el llamador siguiente sepa por lo menos qué día es.

Oh, y James… «Gracias por llamar y que tenga un día agradable.»

Por: Jonathan Lee – The Washington Post

Traducido por Nidza Busse

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