En un pequeño pueblo conservador, no había un solo lugar donde comprar una bebida, y entonces un empresario local vio una oportunidad: Empezó a construir una taberna.
Como les gustaba el pueblo abstemio, la iglesia local empezó una campaña para bloquear la inauguración de la taberna con peticiones y oraciones. El empresario fue atento cuando vinieron miembros de la iglesia a quejarse, pero siguió trabajando en la construcción.
La noche anterior a la gran inauguración, cayó un rayo sobre la taberna y la quemó totalmente.
La gente de la iglesia estaba engreída en su virtud después de eso – hasta que el dueño de la taberna demandó a la congregación en base a que la iglesia era responsable por la destrucción de su edificio, ya sea por acciones o medios directos o indirectos.
La iglesia negó enérgicamente cualquier responsabilidad o vinculación con la destrucción de la taberna en su respuesta a la corte.
En la primera audiencia, el juez levantó los papeles y llamó a los abogados de ambos lados de la demanda.
“No sé cómo voy a decidir esto,” dijo el juez, “pero al parecer según estas declaraciones, tenemos a un dueño de taberna quien cree en el poder de la oración, y toda la congregación de una iglesia que no.”
Autor Desconocido
Traducido por David MacKay